Las protestas contra la guerra en Ucrania son cada vez más masivas y multitudinarias, como muestran las fotos de las últimas concentraciones en las ciudades de Zagreb (Croacia), Riga (Letonia), Roma (Italia), Tbilisi (Georgia), Praga (República Checa), Zúrich (Suiza) y San Petersburgo (Rusia). Pero, si se diera por cierto que las poblaciones adhieren a las políticas internacionales de sus gobernantes, resultaría que casi la mitad de los habitantes del planeta acepta o tolera la invasión rusa. Sucede que en los 40 (20%) de los 195 países del globo (193 reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas -ONU-) que mantienen una posición favorable al autócrata Vladimir Putin hay cuatro de los Estados más populosos: China, la India, Pakistán y Bangladesh. Con Rusia incluida, este pequeño subconjunto aporta el 44% de la población mundial.

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Otra conclusión surge del análisis cualitativo basado en la observancia del Estado de derecho y el respeto por las libertades fundamentales, o, si se quiere, en la penetración de la desigualdad y de la pobreza. En el 80% de naciones que condenan la escalada militar rusa aparecen las democracias que lograron mejores niveles de desarrollo humano y de equidad social. Por el contrario, los apoyos más firmes y fieles a Putin provienen del club de líderes autoritarios del que aquel forma parte.

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Las dictaduras instaladas en Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea y Siria proporcionan la mayor cobertura al plan de borrar a Ucrania del mapamundi, aval que alimenta la perspectiva de una consolidación de ese núcleo duro. Junto al representante de Rusia, aquellos países votaron en contra de la resolución del 2 de marzo de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que exige el retiro de las tropas invasoras -el régimen del venezolano Nicolás Maduro, que respalda el accionar de Moscú, no asistió a la sesión de emergencia-. El pronunciamiento -no vinculante- prosperó con el impulso de 141 votos mientras que 35 representaciones diplomáticas se abstuvieron de fijar una postura.

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Vale la pena echar una mirada al grupo de los “neutrales” formado por los que asisten en silencio a la destrucción del pueblo ucraniano y a la caída de soldados rusos (ver listado). Allí hay populismos de derecha y de izquierda; regímenes de partido único y poder político ilimitado con pragmatismo económico; Estados integristas religiosos; históricos enclaves comunistas; tiranías represoras montadas sobre las cenizas de revoluciones populares; monarquías despóticas y, también, algunas democracias potentes.

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Desde el punto de vista geográfico-continental, África sobresale por su pretensión de no “tomar bandos” -además, otros 12 países de ese vecindario no asistieron a la Asamblea General de la ONU-. Se trata del área que más depende de la ayuda internacional, y donde Putin desplegó una campaña eficaz de sociedades defensivas y económicas. La tesitura de la abstención incluso fue abrazada por Sudáfrica. Ese país africano líder sentó la postura ambigua que impera en el espacio BRICS, sigla usada para hacer referencia a las naciones que a comienzos de este milenio se perfilaban como las economías emergentes más ambiciosas: Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica.

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Aunque sin cerrar la puerta a Moscú, sólo el Gobierno de Jair Bolsonaro se atrevió a despegarse del bloque de las BRICS y a rechazar la invasión rusa en la ONU. Mathu Joyini, embajador sudafricano, expresó que su país no respaldaba la guerra, pero justificó la abstención en el hecho de que el pronunciamiento de las Naciones Unidas no instaba a la conversación entre las partes en pugna. “Lamentablemente, la resolución no está usándose como una plataforma para construir puentes. Si bien estamos de acuerdo y apoyamos los esfuerzos realizados por los Estados miembros para atraer la atención de la comunidad internacional a la situación de Ucrania, Sudáfrica considera que se debería haber prestado más atención a favorecer un diálogo entre las partes”, explicó el diplomático Joyini.

CUMBRE BILATERAL EN EL KREMLIN, Bolsonaro y Putin se saludan en febrero, días antes de la invasión rusa. REUTERS

El discurso de Sudáfrica coincide a grandes rasgos con el que propician los líderes de los dos gigantes asiáticos: Xi Jinping (China) y Narendra Modi (India). Estos gobernantes permanecen apegados a la receta del equilibrio y de la búsqueda de una solución por vías pacíficas que les permita no enemistarse con Rusia mientras soportan presiones crecientes internas, y de las naciones encabezadas por Estados Unidos y las potencias europeas.

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En América Latina, Putin conserva lazos con tres países centroamericanos antiestadounidenses cuyas cúpulas enfrentan cuestionamientos severos por violaciones a los derechos humanos y sus derivas tiránicas: Cuba, El Salvador y Nicaragua. Bolivia es el único Estado sudamericano que, en el escenario de la sesión de emergencia de la ONU, se inclinó por el silencio: como consecuencia de esta actitud, el presidente Luis Arce afronta la acusación de cómplice de la masacre promovida por Putin. Si bien la representación de Venezuela dejó su lugar vacío en la votación de la Asamblea General, Maduro llenó esa ausencia a partir de la profusión de comentarios alineados con la retórica de los invaores. “Miren lo que están haciendo con Rusia: es un crimen contra el pueblo ruso; una guerra económica; los sacaron del sistema (de comunicación interbancario internacional) Swift; le cerraron el espacio aéreo; le cerraron los vínculos comerciales; les cerraron y prohibieron el uso del dólar… ¡Es una locura!”, denunció Maduro la semana pasada. Y anunció que Venezuela mantendrá sus relaciones comerciales con el Kremlin y está “lista” para venderle todo lo que aquel necesite.

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Los 35 partidarios de la abstención  

Los siguientes países se abstuvieron de condenar la guerra en Ucrania en la sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que, por mayoría, resolvió que Rusia debía retirar de inmediato sus tropas: Algeria, Angola, Armenia, Bangladesh, Bolivia, Burundi, República Centroafricana, China, Congo, Cuba, El Salvador, Guinea Ecuatorial, India, Irán, Irak, Kazajistán, Kirguistán, Laos, Madagascar, Mali, Mongolia, Mozambique, Namibia, Nicaragua, Pakistán, Senegal, Sudáfrica, Sudán del Sur, Sri Lanka, Sudán, Tayikistán, Uganda, Tanzania, Vietnam y Zimbabue.

Los socios “incondicionales” del jefe del Kremlin

Aleksandr Lukashenko (Bielorrusia)

Preside su país desde 1994. Es considerado el mandatario que mayor fanatismo y admiración profesa por Vladimir Putin.

“Si nuestro país es atacado, cientos de miles de soldados rusos estarán aquí, quienes defenderán esta tierra sagrada con cientos de miles de bielorrusos. Si nuestro aliado, la Federación Rusa, es atacado directamente, Bielorrusia participará en su defensa”, aseguró Lukashenko en enero.

Kim Jong-un (Corea del Norte)

Líder supremo desde 2011, cuando sucedió a su padre, Kim Jong-il. El dictador norcoreano fue recibido con honores en Moscú.

“Estados Unidos y occidente vulneran sistemáticamente el ambiente de seguridad en Europa al impulsar obstinadamente la ampliación de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) hacia el Este de Europa a pesar de la razonable y justa demanda de Rusia“, manifestó este mes el régimen de Kim Jong-un.

Isaías Afewerki (Eritrea)

Presidente de facto desde 1991. El tirano es un enemigo declarado de Estados Unidos por su intervención en la guerra en Etiopía.

“La evidencia muestra la falta de apetito de Occidente por cualquier clase de cuestión que no sirva a sus intereses. No sólo desaprueba la cooperación regional, sino que interfiere en el trabajo de integración de la Organización de las Naciones Unidas: Occidente acude a esta entidad cuando la necesita. Sólo le interesa su hegemonía”, expresó Afewerki en enero.

Bashar al-Assad (Siria)

Preside su país desde el año 2000, cuando heredó el poder de su padre, Háfez al-Assad. Al-Assad se sostiene en el poder gracias al apoyo militar de Moscú.

“La ofensiva rusa en Ucrania es una corrección de la historia que restaurará el equilibrio que el mundo perdió tras la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Moscú tiene derecho a frenar la expansión de la OTAN por ser una amenaza global y una herramienta utilizada por Occidente para golpear la estabilidad (de sus rivales)”, manifestó Al-Assad en febrero, tras una conferencia telefónica con Putin.

Nicolás Maduro (Venezuela)

Preside su país desde 2013, cuando murió Hugo Chávez. Es un partidario a ultranza de Putin, a quien considera “el gran líder de la humanidad” que es víctima del imperialismo occidental.

“Repudiamos las sanciones y las agresiones contra Rusia. Estas guerras económicas tienen que acabar, así como estas guerras mediáticas. Nosotros hemos resistido modestamente una guerra económica brutal… Estamos ante una respuesta histérica y desproporcionada contra Rusia”, afirmó Maduro en una de sus apariciones públicas de la semana pasada.

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Al presidente Alberto Fernández le sucedió algo similar que a su par brasileño, Jair Bolsonaro. Al igual que aquel, el mandatario argentino visitó al autócrata ruso Vladimir Putin en Moscú días antes de que este lanzara la invasión a Ucrania. Aquella visita se les volvió en contra y tanto Fernández como Bolsonaro se vieron obligados, después de intentos iniciales de mantenerse al margen, a condenar la ofensiva en el bloque de 141 países que sostuvieron esa postura en la Organización de las Naciones Unidas. El cambio fue muy contrastante en el caso de la Argentina puesto que el jefe de Estado había incluso ofrecido que su país fuera “la puerta de entrada” de Rusia en América Latina. Además, Fernández criticó a Estados Unidos desde Moscú justo cuando cerraba un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Todas esas declaraciones de amistad hacia Putin y de enemistad hacia los principales acreedores internacionales de la Argentina duraron poco: Fernández tomó distancia de Rusia e incluso se sumó a quienes reclaman una investigación de las violaciones de derechos humanos del pueblo ucraniano.